Dragonfly 36 - Un emocionante baile con una leyenda de la vela danesa
Al subir al Dragonfly 36 en mayo de 2025, me siento como si me hubiera deslizado a la cabina de un avión de combate construido para los mares: un trimarán tan electrizante que me enciende el corazón. Recién salido del astillero danés Quorning Boats, este velero de 36 pies no es solo un yate; es una emocionante aventura con el viento, creado para hacer vibrar el alma de todo marinero. Mientras agarro el timón, surcando las aguas danesas a 15 nudos con una sonrisa dibujada en el rostro, me dejo llevar por un barco tan ágil como un bailarín y tan feroz como un drakkar vikingo. Desde su ingenioso sistema SwingWing hasta una cabina que es mi centro de mando, el Dragonfly 36 es una obra maestra de la magia escandinava: un crucero costero que me reta a perseguir horizontes sin mirar atrás.
Enganchado a un sueño danés
En cuanto subo a bordo del Dragonfly 36, quedo prendado. Quorning Boats, que fabrica multicascos desde los años 60, ha invertido décadas de pasión en esta embarcación, y se nota. Nacido en su astillero danés, donde la artesanía huele a olmo recién cortado y la innovación vibra en el aire, el 36 es un testimonio de su obsesión por la perfección. Con 10,68 metros de eslora y una manga que se extiende de 3,7 metros plegada a 8,1 metros desplegada, es un barco que cambia de forma: se desliza en literas monocasco o despliega sus alas para una estabilidad que conquista el océano. Con un peso de tan solo 4,5 toneladas en luz y 5,2 toneladas con carga, es un buque insignia de peso pluma, construido con cascos de viniléster y la magia de los materiales compuestos que se siente a prueba de balas y ligero como un ballet.
El sistema SwingWing (esos estabilizadores plegables) es una auténtica genialidad. Observo, fascinado, cómo los flotadores se deslizan hacia adentro en 40 segundos, reduciendo la manga a proporciones ideales para un puerto deportivo, o se bloquean hacia afuera para formar una plataforma sólida como una roca que se ríe de las olas embravecidas. Sin backstay ni obenques convencionales, solo un mástil de carbono de 18,5 metros, apoyado en cubierta, arriostrado por estays montados en flotadores, que convierte cargas de compresión de 15 toneladas en velocidad sin esfuerzo. No es solo ingeniería; es alquimia, transformando un crucero costero en una bestia de alto rendimiento que conserva su valor como una joya única. Con un precio inicial de 535.000 € para la versión Performance, es un precio premium, pero cada detalle laminado a mano lo vale.
Sailing Nirvana: Un viaje que me deja sin aliento
Al timón, estoy absorto en el éxtasis. El Dragonfly 36 no navega, sino que se eleva. Con 18 nudos de viento real a 60 grados aparentes, me lanzo a una velocidad de 14-15 nudos, mientras el único timón bajo mis pies canaliza cada ráfaga en pura alegría sin filtros. En ceñida, a 25 grados aparentes, sigo navegando a 8,5-9 nudos, dejando atrás monocascos como si estuvieran parados. La relación potencia-peso es embriagadora: 80 metros cuadrados de velas Elvstrøm en un armazón de 4,5 toneladas, cortando las olas con la precisión de un bisturí. Es la navegación más gratificante que he tenido en un yate de crucero, tan fácil que podría gobernar con un café en la mano.
Trasluchar es pan comido gracias a un enrollador motorizado y una vela Code Zero que se mueve en perfecta sincronía durante las maniobras como un compañero. La orza y el timón, con resortes y espoletas de seguridad tipo mordaza, se levantan si rozo una roca, salvando mi aventura del desastre. Sonrío como un niño mientras surco las aguas danesas; el equilibrio del barco es tan perfecto que parece una extensión de mi voluntad. Incluso cuando el viento amaina, el 36 se desliza suavemente, permitiéndome saborear la emoción sin perder el ritmo. Un motor de vela Yanmar de 30 hp (opcional de 40 hp para mayor par) zumba en popa, escondido para mantener el ruido y el calor alejados de mi santuario, listo para impulsarme a 8 nudos cuando las velas no son suficientes. Esto no es navegar, es volver a enamorarse del mar.
Comando de cabina: Mi trono de aventuras
La bañera es mi reino, un refugio profundo y resguardado donde domino las olas. Largos bancos invitan a relajarse, protegidos por una capota que se extiende hasta los winches o un bimini opcional para los días soleados. Todos los cabos —vela mayor, vela de proa, barber hauler— convergen a popa, permitiéndome navegar en solitario sin despeinarme. Los ingeniosos compartimentos absorben los cabos, eliminando la maraña de cabos que podrían enredarme los pies. La popa, abierta para los amantes de las emociones fuertes, se puede cubrir con una malla elástica para acomodar a los niños, las neveras portátiles o mi bote inflable, sujeto firmemente a los trampolines de la cubierta de proa.
El almacenamiento es mi superpoder aquí: 1,5 toneladas de capacidad de carga útil, con amplios compartimentos en los flotadores para equipo, defensas o juguetes. Los brazos compuestos del SwingWing, una evolución más ligera del diseño de Quorning de los años 80, se bloquean con un golpe seco y satisfactorio, sosteniendo un trampolín de 500 kilos que es mi asiento de primera fila hacia el horizonte. Estoy seguro, rodeado de pasamanos altos y una cubierta de espuma que se siente fresca bajo los pies y tiene buen agarre en una borrasca. Mientras timoneo, un Dragonfly 40 rival, revestido de carbono y navegando en solitario, se acerca rápidamente, pero mi 36 me sigue el ritmo, demostrando su valía. Esta cabina no solo es funcional; es mi escenario para la gloria marinera.
Bajo cubierta: Mi acogedor nido nórdico
Al deslizarme hacia abajo, me envuelve un cálido abrazo de chapa de olmo y artesanía que huele a taller de carpintería. El casco central, estrecho para los estándares de un monocasco, es una obra maestra de eficiencia espacial: cada centímetro se siente útil, como un traje a medida. Con 1,95 metros, la altura libre me permite mantenerme erguido, mientras que las ventanas de la cubierta y las escotillas al ras inundan el salón de luz, dándole la sensación de un loft junto al mar. La cocina, una novedad en Dragonfly con su horno de tamaño completo, cuenta con cajones profundos, dos fregaderos y un refrigerador orientado a popa que es muy fácil de abrir desde la bañera. Los armarios deslizantes y la iluminación con lamas añaden un toque moderno al ambiente tradicional, manteniéndolo fresco pero atemporal.
La mesa del salón tiene capacidad para seis personas cómodamente (ocho si nos apretamos). Sus hojas se pliegan para formar una litera infantil, con tablas de relleno y respaldos acolchados. Es un refugio acogedor, perfecto para noches de tormenta o tardes de juego. A proa, una litera en V ofrece privacidad tras una cortina, con portillos en el casco y una escotilla para ventilación, además de espacio para guardar mi equipo. El camarote del propietario en popa, excavado bajo la bañera, me sorprende con su espaciosa litera doble, un rincón de lectura en la bancada y armarios elevados, aunque el suelo chirriante necesita una reparación. El baño, un baño compacto, es pequeño pero funcional, con una ducha móvil y un lavabo profundo para una limpieza rápida. Los tanques y las baterías se guardan perfectamente bajo las literas, dejando los flotadores libres para almacenamiento adicional. No es un ático enorme, pero para una semana de crucero costero, es mi refugio nórdico perfecto.
Compartimiento del motor: Mi fiel corcel
Al levantar la escotilla de popa, me asomo a un compartimento del motor que es el sueño de cualquier marinero: ordenado, accesible y diseñado para largas travesías. El motor de vela Yanmar de 30 hp (actualizable a 40 hp) se encuentra protegido, lejos del interior para mantener a raya el ruido y los gases. Su ubicación en popa lo protege cuando varo el triciclo, una peculiar ventaja de la vida en multicasco. La dirección por cable Jefa, conectada a una pala de timón de carbono Marstrom, se siente como una extensión de mis manos: directa, sensible y viva. Puedo inspeccionar el cuadrante y el eje con facilidad, y el acceso adicional a la maquinaria garantiza reparaciones rápidas sobre la marcha. Es una fortaleza compacta que mantiene mis aventuras fluidas e ininterrumpidas.
Mi veredicto: Un barco que se adueña de mi corazón
Mientras conduzco el Dragonfly 36 de vuelta al puerto deportivo, se me encoge el corazón; no quiero que este viaje termine. Este yate es magia, pura y simplemente. Su sistema SwingWing, sus materiales compuestos ultraligeros y sus 75 moldes artesanales lo convierten en una maravilla de la ingeniería, pero es la navegación lo que me roba el alma. Navegando a 9 nudos o trasluchando con un Código Cero en la mano, nunca me he sentido tan vivo en un barco de crucero. La bañera es mi puesto de mando, el interior mi acogedor refugio, y cada detalle, desde la cubierta de espuma hasta los compartimentos ocultos para cabos, derrocha devoción danesa.
Claro, el aseo y la litera de proa pueden resultar incómodos para algunos, y ese suelo chirriante me irrita. Pero son solo susurros en una sinfonía de brillantez. Con un precio de 535.000 € para el modelo Performance, es un barco premium, pero vale cada centavo por la emoción que ofrece. Mientras atraco, viendo cómo se desvanece la silueta del astillero, ya estoy planeando mi próxima salida. El Dragonfly 36 no es solo un yate: es mi billete a una vida de libertad azotada por el viento y con el corazón palpitante, y estoy perdidamente enamorado.